En el corazón del Centro de Montevideo, a pocas cuadras del Palacio Salvo, hay un local que transporta al pasado a quien entra.

Ubicado en Galería Central, una de las pocas que aún quedan en la ciudad, luego de la apertura y el furor de los centros comerciales, yace Vieja Bohemia: un lugar que, a primera vista, solo parece vender juguetes viejos, consolas de videojuegos que ya no se fabrican, historietas y publicidad de productos que desaparecieron. Sin embargo, Vieja Bohemia no es solo un negocio de compra-venta.

Al pasar esa puerta hay un espacio que funciona como refugio de la memoria colectiva y también como punto de encuentro para los apasionados del coleccionismo, la cultura y la nostalgia. Cada estantería, cada vitrina y cada caja no solo muestran objetos, sino también historias.

Esa es la visión que tiene Ignacio Episcopo, dueño del local, quien se define como “padre, cachivachero y apasionado de lo vintage”. “No me enamoro tanto de los tiempos anteriores, sino de las emociones y las historias que hay atrás de cada uno de estos artículos vintage”, expresó en diálogo con Montevideo Portal.

Vieja Bohemia es un espacio cultural espontáneo. Allí no solo se compra y se vende. “Se conversa, se comparte y se construyen amistades a través de objetos que alguna vez poblaron las habitaciones de niños y adolescentes de otras épocas, que es algo que una compra online no te puede dar”, opinó Episcopo.

Hija del legado

Foto: Javier Noceti

La historia de Vieja Bohemia es también la historia de una herencia familiar y de una pasión que atraviesa generaciones. Episcopo recuerda que su vínculo con el coleccionismo comenzó desde niño, cuando acompañaba a su padre —coleccionista de cómics— a ferias como Tristán Narvaja y otras barriales. “Siempre me gustaba lo que él compraba: publicidades en papel, láminas coloridas, esa onda retro pop”, contó.

El negocio tiene un punto de partida claro. Hace casi 25 años, su padre enfrentó un período de desempleo y, mirando los objetos acumulados en casa, decidió probar suerte vendiendo en Tristán Narvaja. Así nació El Viejo Galpón, que más tarde se trasladaría a un pequeño local en la Galería Central, el mismo espacio donde hoy funciona Vieja Bohemia. “Fue agregándole fútbol, revistas, publicidades y un montón de cosas. Durante años fue uno de esos veteranos que estaban en la movida cuando todavía no había tanto boom”, relató Ignacio.

El cambio generacional llegó hace unos tres años, cuando Ignacio, que hasta entonces trabajaba en ventas, decidió dejar su empleo. “Llegó un momento de colapso mental laboral con el tema de la venta: la presión, el resultado, el éxito”, explicó. Su padre ya estaba jubilado y el local, con poca mercadería y casi sin actividad, parecía listo para cerrar.

Ignacio tomó la posta. Cerró el local durante varios días, lo reacondicionó y comenzó a traer su propia colección. “No era nada que ver al principio con lo que es ahora, pero empecé a construir este nuevo legado”, afirmó.

El nombre Vieja Bohemia surgió de su deseo de renovar el espíritu del negocio sin perder su esencia. “Sentía que había que transformar el Viejo Galpón en algo que reflejara más libertad, menos estructura. Algo bohemio, de darte una pausa, de volver a las cosas que te gustan, de no estar tan atado”, explicó.

Hoy, Vieja Bohemia sigue en la misma galería, como un homenaje al origen familiar y como símbolo de continuidad. “Mi promesa es que esto siga hasta que yo me muera”, dijo el hombre.

Radiografía del uruguayo cachivachero

Foto: Javier Noceti

Si hay algo que caracteriza a la comunidad de coleccionistas en Uruguay es su diversidad, pero también sus limitaciones históricas. Según Episcopo, entre los objetos más buscados figuran los juguetes y figuras de acción de líneas icónicas como Thundercats, He-Man, Tortugas Ninja, Batman. La Serie Animada, Power Rangers y los superhéroes de Marvel y DC en sus ediciones de las compañías Kenner o ToyBiz. También se destacan los muñecos de GI Joe y otros clásicos de los años ochenta y noventa.

Sin embargo, la disponibilidad siempre fue restringida. “Acá llegó bastante limitado. Si llegaba algo diferente era porque tus viejos viajaban o algún tío te mandaba cosas”, explicó Ignacio. En muchos casos, los objetos raros que circulan hoy en el país tienen historias que involucran padres marinos mercantes o parientes que residían en el exterior por períodos largos, así que volvían con “10 kilos de juguetes”.

Además del rubro de figuras, en los últimos años creció de forma sostenida la movida gamer. “Nintendo roba por lejos”, aseguró. Los coleccionistas uruguayos buscan especialmente consolas y videojuegos de Nintendo, Sega y PlayStation, tanto para jugar como para preservar en sus estanterías. El furor por títulos clásicos ha creado un mercado donde algunos juegos viejos alcanzan valores sorprendentes.

Foto: Javier Noceti

A la hora de hablar de rarezas, Ignacio prefiere destacar no solo el valor económico, sino también las historias detrás de cada pieza. En su carrera ha tenido en sus manos figuras difíciles de encontrar e incluso prototipos.

Pero lo que más valora es la adrenalina de descubrir objetos olvidados. “Me han traído cosas que decís: no las conoció ni el dueño. Una vez me trajeron una figura de He-Man que yo no conocía. Era una variante argentina muy complicada y cotizada”, relató.

El crecimiento del coleccionismo en Uruguay ha sido notorio. Lo que antes era un hobby de unos pocos apasionados, hoy moviliza a cientos de personas que recorren ferias, tiendas y grupos en línea. “Antes el coleccionismo estaba quieto. Aunque había eventos y cosas, los grandes eran caros y poco accesibles. No había movida de locales ni esta cultura de humanizar el hobby”, reflexionó Ignacio.

Ese cambio también se refleja en la variedad de público que visita Vieja Bohemia. La mayoría tiene entre 30 y 55 años, y el 95% son hombres. “Es un rubro muy machista. Aunque tenemos clientas que juntan Pokémon o trading cards, sigue siendo muy masculino”, comentó. Pero dentro de ese público hay perfiles diversos: desde coleccionistas más hardcore hasta familias que buscan revivir recuerdos de su infancia.

“Hay de todo. Está el que pasó un día, vio una figura y se emocionó y empezó a juntar. Está el coleccionista que hace 25 años busca piezas difíciles. Y también el coleccionista casual, que por un tiempo se clava con esto y después vuelve a su otro hobby”, explicó. Además, hay clientes habituales que visitan el local todos los meses y otros que Ignacio describe como “coleccionistas secretos”: personas con grandes colecciones que prefieren mantenerse en el anonimato para evitar el “buitraje”, como llaman en el ambiente a las ofertas constantes para comprar sus piezas.

Los gajes del oficio

Foto: Javier Noceti

El trabajo de seleccionar que se ofrece en Vieja Bohemia requiere tanto intuición de coleccionista como estrategia comercial. Episcopo distingue claramente ambas facetas de su tarea. “Te respondo tanto como Nacho coleccionista y también te va a hablar el Nacho comercial”, bromeó.

Desde su costado personal, adquiere objetos que le faltan o que tienen un valor simbólico para su colección. El criterio es simple: si el precio es inferior al valor de mercado y completa alguna línea que le interesa, la compra está justificada. “Si el precio es de diez pesos y lo consigo a nueve u ocho, como coleccionista está bien”, explicó.

Con la mentalidad de comerciante, Episcopo busca piezas con buena salida en el mercado, que sean atractivas para exhibir y que le permitan recuperar la inversión y obtener una ganancia que cubra tanto los costos operativos como un margen para reinvertir y sostener el negocio. “No solo consigo mercadería que esté buena y tenga movimiento, sino que además me deje un margen para vivir”, afirmó.

Una de sus debilidades —y también una de las claves del negocio— son los lotes. Adquirir grandes conjuntos de piezas permite acceder a tesoros ocultos y mantener una oferta variada en el local. “Cuando aparecen lotes es cuando me hago pis encima”, reconoció entre risas.

Ese enfoque lo llevó a vivir una de las anécdotas más irreales de su carrera. Una mujer mayor lo llamó para ofrecerle juguetes antiguos que guardaba en un altillo de su casa en Lagomar. Al llegar, se encontró con un verdadero tesoro escondido. “Abro una valija de viaje y ya veo la punta de tres Game Boy. Cuando la abro entera, eran todas figuras: Marvel, X-Men, Spider Man, todas marca Toy Biz de 1990 a 1994, Batman de Kenner… eran como 500 figuras en una sola valija”, recordó.

La emoción fue tal que pasó casi diez horas revisando cajas en aquel altillo. Al final, cerraron un acuerdo justo para ambas partes. “La señora me dijo que pensaba donarlo, pero entendió que las piezas tenían un valor”, describió. Sin mentirle, él le preguntó si había algo en particular que necesitara paga. “Me decís que precisás una heladera nueva porque la que tenés anda mal, y ya mismo llamo a Carlos Gutiérrez para comprarla”, le dijo a la señora, y llegaron a un acuerdo.

“ [La señora mayor] me agradeció y yo le agradecí a ella, porque me llevé una colección impresionante y una historia que nunca voy a olvidar”, relató.

La Feria Bohemia: un punto de encuentro

Lo que comenzó como un emprendimiento familiar y una pasión personal evolucionó hasta convertirse en un evento de referencia para el coleccionismo uruguayo. La Feria Bohemia surgió de una idea sencilla: crear un espacio que reuniera a la comunidad de coleccionistas y acercara el hobby a nuevos públicos.

“No quería un evento con llamado abierto. Quise elegir a gente que conozco y que conozco el perfil, porque quería un ambiente familiar, buena onda y que los de afuera fueran bien recibidos”, detalló Episcopo.

Tras convocar a expositores conocidos y diagramar la distribución en una servilleta, nació la primera edición, que superó todas las expectativas. “Fue una fiesta, una locura. Se nos fue de las manos”, recordó.

El éxito impulsó una segunda edición, esta vez con un fin solidario: recaudar fondos para el tratamiento de salud de una niña de la comunidad. “No les salvamos la situación, pero por lo menos dimos una mano desde nuestro lugar”, contó Ignacio.

El evento fue creciendo en escala y ambición. La tercera edición, que se prepara para la próxima semana, marcará un salto de calidad. Tendrá invitados internacionales, áreas diferenciadas para videojuegos y figuras, pantalla gigante, arcades, amplificación y más expositores que nunca. “Aunque es la tercera edición, siento que es la primera que va a ser un despelote”, aseguró Episcopo con entusiasmo.

El concepto de la feria también busca derribar las barreras entre distintas ramas del coleccionismo y atraer tanto a expertos como a curiosos. “El público se interconecta. El que colecciona Nintendo seguramente quiera una figura de Mario Bros., y el fan de Batman tal vez busque un cartucho de Batman Retro de Sega. Todo se cruza”, explicó.

Asimismo, uno de los principales objetivos de la feria es que todos puedan ir, por lo que fijó el precio a $150 la entrada general y $50 para menores.

“Queremos que venga gente nueva, que no sea solo para los de siempre. Que vengan familias, que los padres le muestren a sus hijos los juguetes que usaban cuando tenían su edad. Volver a emocionarse”, dijo el organizador del evento.

El especialista en coleccionismo ofreció una recomendación sencilla pero fundamental a quienes sienten la inquietud de empezar a coleccionar: paciencia.

“No quieras tener todo ya. Esto es una búsqueda constante. Empieza de a poco, con las cosas que realmente te gustan, y disfrutá cada pieza que conseguís”, aconsejó.

“El coleccionismo”, dice, “no es solo acumular objetos”. “Es crear vínculos con historias, emociones y recuerdos. Es, en definitiva, una forma de reconectar con el niño interior que todos llevamos dentro”, concluyó.